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¿Cómo podemos proteger a los osos grizzly de su mayor amenaza: los trenes?

En una zona con altas tasas de mortalidad de osos grizzly, el nacimiento de tres cachorros en enero de 2021 fue un triunfo en Elk Valley, Columbia Británica (Canadá).

Pero nueve meses después ocurrió lo inimaginable, cuando la familia de oseznos y su madre murieron a manos de una de las mayores amenazas del oso grizzly en la región: los trenes.

“Era una de las únicas osas grizzly que habíamos observado que había tenido tres cachorros”, explica Clayton Lamb, científico de Biodiversity Pathways, un instituto de investigación de la Universidad de Columbia Británica; “fue una gran pérdida”.

Durante décadas, algunas zonas de la cordillera de las Montañas Rocosas de Estados Unidos y Canadá han sido letales para los osos grizzly, ya que los trenes de mercancías atraviesan a toda velocidad zonas protegidas y de recuperación crítica. Pero recientemente, el número de víctimas ha aumentado. Desde 2008, se estima que 63 osos grizzly han muerto en colisiones con trenes solo en el noroeste de Montana y el norte de Idaho, en Estados Unidos, con un récord de ocho osos en 2019 y tres más en 2023, lo que ha llevado a dos grupos conservacionistas a demandar a una de las principales compañías ferroviarias por violar la Ley de Especies en Peligro de Extinción.

Puede que no parezca mucho, pero en una población que los conservacionistas se han esforzado por reconstruir, las muertes suponen un importante revés. Sin embargo, hay soluciones e iniciativas en marcha para salvaguardar a los osos grizzly en un paisaje cambiante en el que humanos y osos están aprendiendo a coexistir.

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Un punto caliente para las colisiones

Las vías férreas suelen estar situadas en zonas aisladas y deshabitadas, lejos del caos de las perturbaciones humanas, y en el caso del norte de la cordillera de las Montañas Rocosas de EE. UU., estas vías surcan zonas vitales para la recuperación de los osos grizzly.

Sólo unos 2000 osos grizzly deambulan por los Estados Unidos contiguos, donde constituyen el dos por ciento de su área de distribución histórica.

Sin embargo, gracias a décadas de esfuerzos de conservación, el número de osos grizzly ha repuntado hasta los 1100 ejemplares en el ecosistema de la divisoria continental septentrional (NCDE, por sus siglas en inglés), una zona de recuperación del centro-norte de Montana. Según Justine Vallieres, especialista en gestión de conflictos con la fauna salvaje del Departamento de Pesca, Fauna y Parques de Montana, en el noroeste del estado, esta población crece un 2% cada año.

Al otro lado de la frontera, la provincia canadiense de Columbia Británica también sigue siendo un bastión para los osos grizzly a pesar de las amenazas que se ciernen sobre el 60% de sus poblaciones.

Sin embargo, en estas regiones septentrionales de la cordillera de las Montañas Rocosas son más frecuentes los atropellos de osos grizzly en trenes y carreteras. Algunas zonas son más mortíferas que otras.

Elk Valley, por ejemplo, -una región en que sólo encontramos el 1% de los 15 000 osos grizzly de la Columbia Británica- es responsable de casi la mitad de las muertes registradas en la provincia. También es donde los osos grizzly jóvenes experimentan las tasas de supervivencia más bajas registradas en Norteamérica, según un estudio reciente publicado por Lamb.

El NCDE, por su parte, ha registrado 75 muertes de osos grizzly desde 1975, dos tercios de las cuales se produjeron después del año 2000.

¿Cuál es la causa? Los osos grizzly se congregan en estos corredores por varias razones: la abundancia de arbustos que producen bayas en los bordes de las vías y los cadáveres de animales que también han muerto en las vías, lo que, como describe Lamb, “se convierte en un ciclo de mortalidad ferroviaria que se alimenta a sí mismo”.

Pero hay otros factores que hacen de las vías un lugar peligroso.

Un imán para la carne

Durante años, los científicos han especulado con la posibilidad de que el derrame de grano de los vagones de ferrocarril fuera una de las principales causas de ataques de osos. Este fue sin duda el caso en Montana cuando tres trenes descarrilaron al sur de Glacier a finales de la década de 1980 derramando “10 000 toneladas de maíz en 106 vagones a lo largo de un tramo de vía de 4,8 kilómetros”.

Colleen Cassady St. Clair, catedrática de Ciencias Biológicas de la Universidad de Alberta (Canadá), creía que el grano “sería una especie de pistola humeante” cuando empezó a investigar la causa de los descarrilamientos de trenes en los Parques Nacionales de Banff y Yoho.

Sin embargo, en la Iniciativa para la Conservación del Oso Grizzly, financiada conjuntamente por la Canadian Pacific Railway y Parks Canada, afirma: “No encontramos pruebas fehacientes de que fuera así”.

Cree que el repunte que se produjo en el año 2000 en la región se debió en realidad al repentino descenso de la población de alces (una de las principales fuentes de alimento que pudo cambiar las pautas de alimentación de los osos grizzly), a la práctica eliminación de las matanzas y a los cambios en la forma de eliminar los cadáveres de otros animales.

Los osos privados de proteínas cruzan carreteras y vías férreas para llegar a las grandes fosas de grava donde se entierra el ganado muerto o los animales atropellados, una estrategia de gestión que se utiliza en todo el mundo. Para combatir este problema, algunos lugares de la Columbia Británica han empezado a colocar muros de hormigón y un perímetro de valla eléctrica alrededor de estas fosas para disuadir a los osos.

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La velocidad mata

Sin embargo, la velocidad es el factor que más contribuye a que los osos mueran en las colisiones.

“Tiene sentido por las leyes de la física”, dice St. Clair; “pero también porque los animales tienen mucho menos tiempo para detectar un tren que se acerca y apartarse”.

Las colisiones suelen producirse en zonas donde los trenes son menos detectables por las curvas de las vías y cerca del agua, donde el raíl facilita el paso por hábitats difíciles. En algunas regiones, los osos grizzly son especialmente propensos a ser atropellados en las plataformas de los caballetes, donde no hay escapatoria a ambos lados.

Otro problema común son las hembras que viajan con sus crías. Como explica Chris Servheen, copresidente del Equipo de Expertos en Osos de Norteamérica del Grupo de Especialistas en Osos de la UICN y presidente de la Junta Directiva de la Federación de Fauna Salvaje de Montana, cuando llega un tren y una madre y sus crías quedan separadas a ambos lados de la vía, hay suficiente espacio bajo la carga para que se vean.

“No saben que el tren acabará, así que tienen mucha prisa por reunirse… pero claro, es letal intentar correr por ahí debajo”.

La topografía montañosa también conlleva factores de riesgo añadidos.

Las locomotoras suenan más fuerte cuando suben, pero eso cambia cuando descienden, volviéndose inquietantemente silenciosas, tanto que se acercan sigilosamente a la fauna.

“En varias ocasiones vi un tren antes de oírlo”, explica el ingeniero Jonathan Backs, que estudió los efectos de la audibilidad de los trenes en la fauna; “estaría trabajando en la vía y, al levantar la vista, vería un tren justo ahí”.

En su estudio, Backs descubrió que el ruido de las autopistas cercanas también hacía que los trenes fueran menos audibles en algunos lugares.

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Avanzar

La pregunta sigue siendo la misma: ¿hay alguna solución?

Entre 2016 y 2017, Backs desarrolló y probó un sistema de alerta de detección temprana que emite sonidos de campana y luces intermitentes que se activan 30 segundos antes de que un tren llegue a ese lugar.

Un estudio demostró que si el sistema de alerta se desplegaba, los animales abandonaban la vía antes que si no se hubiera activado.

El sistema, sin embargo, no está implantado actualmente en ningún sitio.

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En el norte de Montana, grupos conservacionistas, organizaciones sin ánimo de lucro y departamentos estatales y tribales de pesca y vida salvaje trabajan con los ferrocarriles para mitigar algunas de las causas subyacentes. Pero el retraso en la aplicación de planes formales para reducir la mortalidad de osos pardos causada por los trenes en la NCDE es el motivo principal de las recientes demandas presentadas.

Mientras tanto, tanto los científicos como los responsables políticos han dado prioridad a los estudios para abordar el impacto de las colisiones de las carreteras con la fauna salvaje frente al estudio de los ferrocarriles, porque las colisiones en carretera tienen un mayor impacto en las vidas humanas.

“Las colisiones ferroviarias acaban siendo estos asesinos silenciosos de la fauna salvaje en el sentido de que ocurren a menudo lejos de la mirada pública”, afirma Lamb; “sólo pierde la fauna”.

“Me entusiasma trabajar en soluciones o idear otras nuevas y ponerlas a prueba”, añade; “en eso se centra nuestro programa científico: en cómo marcar la diferencia, aplicar… e impulsar las intervenciones que funcionan”.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

Source: National

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