«Estoy nerviosa, pero contenta y orgullosa de estar aquí», comentaba una adolescente, vestida con una camiseta de «I love MCR» y rodeada de amigas. Eran los prolegómenos del concierto que suponía el regreso a Mánchester de Ariana Grande, la cantante estadounidense de 23 años que el 22 de mayo vio cómo un terrorista suicida islámico ensangrentaba su actuación en el Arena de la ciudad. El estadio Old Trafford de críquet se llenó con 50.000 espectadores, 14.000 de ellos asistentes al trágico recital de hace catorce días. El lleno estaba garantizado, porque las entradas se habían vendido en poco más de 20 minutos. La recaudación irá a las familias de las víctimas y los heridos.

La iniciativa de Grande, emitida en directo por la BBC y MTV, se reveló un acierto. Un triunfo del pop contra el odio. Un inciso de normalidad y alegría en un Reino Unido abrumado por el terrorismo. Tampoco faltó emoción: muchas de las jóvenes asistentes, el perfil mayoritario, no pudieron contener las lágrimas.

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Se produjo el desfile de estrellas previsto (Take That, Robin Williams, Miley Cyrus, Pharrell Williams, Katy Perry… hasta llegar a los veteranos Coldplay, que clausuraron). Muchos hicieron duetos con la anfitriona de una fiesta agridulce, Ariana Grande, vestida con una holgada sudadera blanca con las letras “Mánchester”. También hubo algunas sorpresas, como un saludo de U2 desde un concierto en otro punto del planeta, o unas palabras y una canción de Stevie Wonder.

Las medidas de seguridad resultaron muy estrictas. Se prohibió llevar bolsos o mochilas, hubo cacheos y la policía permaneció en el recinto hasta dos horas después del final.

El recital comenzó con un minuto de silencio. El primero en salir a escena fue Marcus Mumford, de Mumford and Sons, armado con su guitarra. Tras él, Take That, que dieron paso a su ex compañero Robbie Williams, a quien presentaron, pero sin llegar a cantar juntos. Miley Cyrus compartió un dúo sorpresa con Pharrell Williams y atacaron juntos “Happy”. La primera salida de Ariana Grande provocó la emoción y enormes aplausos de sus seguidoras, que fueron respondidas desde el escenario con una lluvia de serpentinas rosas que invadió todo el estadio.

El pop más intrascendente sonó por una anoche trascendente, convertido en un desafío frente a la violencia y una forma de justicia poética.
Source: ABC

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